domingo, 27 de julio de 2008

II, tercera semana

Por fin llegamos a una ciudad, la más hermosa que se ha visto jamás. Todo está construido con las más finas gotas de rocío cristalizado. Los habitantes son ligeros y frescos como el agua.

Como en una tierra de mudos, nada se oye, pero se puede percibir la alegría que viven todo el tiempo. Grandes conversaciones se mantienen entre una multitud de seres muy bien organizados y nada se escucha pero se puede sentir la risa ligera y sincera de las doncellas que van y vienen en sus diligencias.

Es como si todo el tiempo se estuvieran preparando para un gran carnaval, un carnaval luminoso y ligero y transparente. Aquí nunca se hace de noche, o más bien, el último rayo de luz sigue yendo y viniendo, incansable, reflejándose en los cristales de la ciudad hasta que llega la nueva luz del amanecer.

Extraño las estrellas.

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