sábado, 2 de agosto de 2008

III, silencio

Después de un tiempo llegó el momento de volver a mi tierra.

La damita me acompañó a las afueras del lugar, ahí donde se volvía a escuchar el rumor de los pájaros y el viento. Nada dijo. Una lágrima cayó de su rostro y se cristalizó en un pequeño par de alas, aún las conservo.

Tampoco le dije adiós, sino con la mirada.

Nunca fue más dulce el silencio.

1 comentario:

Ventas dijo...

Ya empecé mi blog… por el momento esta muy austero… pero bueno… cuando tengas tempo le das una visitadilla…