lunes, 29 de junio de 2009

Es por humanidad

-Es por humanidad-. Dice la señora tratando de tranquilizar a la chica.

Es por humanidad, claro, que no se pueden vender hurones sin que éstos sean previamente esterilizados, que lo primero que recomiendan es esterilizar a los gatos, que el fin de toda mascota es siempre la huída inesperada de la casa con un terrible accidente final o simplemente, que los llevan a dormir, porque... era mejor así.

Pero la chica ya no ve el mundo como antes,

Ya no cree que la raza humana esté destinada a velar por todos los seres vivos, subdesarrollados e incapaces de defenderse y valerse por sí mismos. Un animalito que no se precie de ser mascota no tienen dinero para conseguir comida, y claro, qué desagradable eso de ir y hurgar en los desechos de aquéllos que los han de desterrar de sus ciudades, grandes extensiones donde sólo una raza puede habitar. Unas cuantas aves escapan al rechazo, y sólo si no las comienzan a llamar plaga y propagadoras de enfermedades.

-Es mejor así, ella no disfruta eso de tener gatitos-. La voz continúa la defensa.

Podrán aceptar que los animales tienen instintos, acaso también sentimientos, pero capacidad de pensar y razonar, jamás. Los animales están por debajo de los humanos. Y sin embargo seguimos pensando que podemos saber lo que ellos quieren, o las causas de su proceder. Después de todo, los actos de los animales sólo pueden ser interpretados por mentes humanas, pero su percepción del mundo es diferente, y tan valiosa como la nuestra, que no razonen como nosotros no significa nada, más que eso, que ellos son diferentes.

La señora está segura, sí, segura que es por humanidad

que uno toma en sus manos la vida de otro ser, que ni siquiera pidió ayuda. Se decide tan ligeramente sobre la vida de una mascota, y no se permite morir a nuestra gente que sufre enfermedades terminales, cómo podríamos querer jugar a ser dios.

La chica rompe en llanto.

Al final de cuentas, ambos son seres queridos.

sábado, 27 de junio de 2009

No quiero convencer a nadie

No quiero convencer a nadie de nada. Tratar de convencer a otra persona es indecoroso, es atentar contra su libertad de pensar o creer o de hacer lo que le dé la gana. Yo quiero sólo enseñar, dar a conocer, mostrar, no demostrar. Que cada uno llegue a la verdad por sus propios pasos, y que nadie le llame equivocado o limitado. (¡Quién es quién para decir "esto es así", si la historia de la humanidad no es más que una historia de contradicciones y de tanteos y de búsquedas?)

Si a alguien he de convencer algún día, ese alguien ha de ser yo mismo. Convencerme de que no vale la pena llorar, ni afligirse, ni pensar en la muerte. "La vejez, la enfermedad y la muerte", de Buda, no son más que la muerte, y la muerte es inevitable. Tan inevitable como el nacimiento.

Lo bueno es vivir del mejor modo posible. Peleando, lastimando, acariciando, soñando. (¡Pero siempre se vive del mejor modo posible!)

Mientras yo no pueda respirar bajo el agua, o volar (pero de verdad volar, yo solo, con mis brazos), tendrá que gustarme caminar sobre la tierra, y ser hombre, no pez ni ave.

No tengo ningún deseo que me digan que la luna es diferente a mis sueños.

J. Sabines

miércoles, 24 de junio de 2009

De boleto en el metro

Esta pareja llegó directo a los asientos,
él cargando a una niña, ella con la mochilita y la cobija.

-Ahora sí, con permiso- dijo él sacando un pequeño librito.

Seguramente crucigramas o esos sudoku que ahora están de moda.

Pero no. Este librito era de los que aún están rodando por ahí...
Pa' leer de Boleto en el Metro

Y él juega a que lee con ella, su pequeña de unos cuantos meses.

Con suerte ella seguirá jugando a leer cuando crezca.

sábado, 13 de junio de 2009

Están convencidos


Discretamente he echado una ojeada al cuadro de temperatura. Bastante normal, quién lo diría. Un médico joven se ha asomado a la puerta, saludándome con una inclinación de cabeza, y ha hecho un gesto de aliento a Johnny, un gesto casi deportivo, muy de buen muchacho. Pero Johnny no le ha contestado, y cuando el médico se ha ido sin pasar de la puerta, he visto que Johnny tenía los puños cerrados.
(...)
-Bruno, ese tipo y todos los otros tipos de Camarillo estaban convencidos. ¿De qué, quieres saber? No sé, te juro, pero estaban convencidos. De lo que eran, supongo, de lo que valían, de su diploma. No, no es eso. Algunos eran modestos y no se creían infalibles. Pero hasta el más modesto se sentía seguro. Eso era lo que me crispaba, Bruno, que se sintieran seguros. Seguros de qué, dime un poco, cuando yo, un pobre diablo con más pestes que el demonio debajo de la piel, tenía bastante conciencia para sentir que todo era como una jalea, que todo temblaba alrededor, que no había más que fijarse un poco, sentirse un poco, callarse un poco, para descubrir los agujeros. En la puerta, en la cama: agujeros. En la mano, en el diario, en el tiempo, en el aire: todo lleno de agujeros, todo esponja, todo como un colador colándose a sí mismo...
(...)
-Lo que pasa es que se creen sabios- dice de golpe-. Se creen sabios porque han juntado un montón de libros y se los han comido. Me da risa, porque en realidad son buenos muchachos y viven convencidos de que lo que estudian y lo que hacen son cosas muy difíciles y profundas. En el circo es igual, Bruno, y entre nosotros es igual. La gente se figura que algunas cosas son el colmo de la dificultad y por eso aplauden a los trapecistas, o a mí. Yo no sé que se imaginan, que uno se está haciendo pedazos para tocar bien, o que el trapecista se rompe los tendones cada vez que da un salto. En realidad las cosas verdaderamente difíciles son otras tan distintas, todo lo que la gente cree poder hacer a cada momento. Mirar, por ejemplo, o comprender a un perro o a un gato. Ésas son las dificultades, las grandes dificultades. Anoche se me ocurrió mirarme en este espejito, y te aseguro que era tan terriblemente difícil que casi me tiro de la cama. Imagínate que te estás viendo a ti mismo; eso tan sólo basta para quedarse frío durante media hora. Realmente ese tipo no soy yo, en el primer momento he sentido claramente que no era yo. Lo agarré de sorpresa, de refilón, y supe que no era yo. Eso lo sentía, y cuando algo se siente... Pero es como en Palm Beach, sobre una ola te cae la segunda, y después otra... Apenas has sentido ya viene lo otro, vienen las palabras... No, no son la palabras, son lo que está en las palabras, esa especie de cola de pegar, esa baba. Y la baba viene y te tapa, y te convence de que el del espejo eres tú. Claro, pero cómo no darse cuenta. Pero si soy yo, con mi pelo, esta cicatriz. Y la gente no se da cuenta de que lo único que aceptan es la baba, y por eso les parece tan fácil mirarse al espejo. O cortar un pedazo de pan con un cuchillo. ¿Tú has cortado un pedazo de pan con un cuchillo?

El perseguidor, (fragmento)
Julio Cortázar.

Mañana es mucho después de hoy

-¿Y no puedes conseguir otro?
-Es lo que estamos averiguando- ha dicho Dédée-. Parece que Rory Friend tiene uno. Lo malo es que el contrato de Johnny...
-El contrato- ha remedado Johnny-. Qué es eso del contrato.Hay que tocar y se acabó, y no tengo saxo ni dinero para comprar uno, y los muchachos están igual que yo.
(...)
-¿Cuándo empiezas, Johnny?
-No sé. Hoy, creo, ¿eh, Dé?
-No, pasado mañana.
-Todo el mundo sabe las fechas menos yo- rezonga Johnny tapándose hasta las orejas con la frazada-. Hubiera jurado que era esta noche, y que esta tarde había que ir a ensayar.
-Lo mismo da- ha dicho Dédée-. La cuestión es que no tienes saxo.
-¿Cómo lo mismo da? No es lo mismo. Pasado mañana es después de mañana, y mañana es mucho después de hoy. Y hoy mismo es bastante después de ahora, en que estamos charlando con el compañero Bruno y yo me sentiría mucho mejor si me pudiera olvidar del tiempo y beber alguna cosa caliente.

El perseguidor,( fragmento)
Julio Cortázar.