martes, 12 de agosto de 2008

Perseidas o sobre una noche de insomio




Sea porque terminé mi día muy temprano o porque tenía que tomar una decisión importante, daba vueltas y vueltas en mi cama escuchando mis pensamientos: 2:48 am

Quince minutos después estoy dejando que el frío de la noche tranquilice mi espíritu. El frío y no el silencio, en esta ciudad pocas veces se encuentra el silencio, los carros van y vienen aún en la madrugada y parece que he de dormir al arrullo de sus motores, aún a las 3 de la mañana.

Esperaba, sin muchas esperanzas, que el cielo me dejara ver la lluvia de estrellas este año, pero ya había llovido por la noche y aún el cielo estaba cuajado de nubes grises. He de esperar otro año, como el año pasado, y conformarme con el dulce recuerdo que tengo de un día de suerte de mi niñez.

Qué tranquila la noche urbana. Casi oscura, casi callada. He de conformarme con eso, e incluso me gusta, al final yo también soy de ciudad.

No fue una noche pérdida. Al otro lado, las montañas estaban finamente cubiertas con diamantina amarilla y blanquiazul. También titilaban, auténticas estrellas en el horizonte.

Es que esta ciudad nunca duerme?

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