viernes, 7 de marzo de 2008

Una tarde de verano

Caía la lluvia.
Había comenzado tan de repente que ni tiempo tuvieron de refugiarse, o acaso fuera que ambas quedaron cautivadas por el misterio de la otra.

No era una perra común.
Y sin embargo su tamaño era normal, la mirada no era particularmente fuerte o alegre. Era su pelaje tan como de errante, café con pintas grises, tan seria o sabia. Ya había visto esas orejillas antes, alertas, pequeñas y puntiagudas, en alguna escultura de una fuente, en alguna imagen.

El agua caía a cántaros,
no hubo forma de no empaparse.

El animal también se sentía consternado,
la chica se había detenido al momento de verla. La poca genta que pasa no se detiene por su causa, es más bien un ser invisible, común. Pero la joven había dejado su carrera para observarla, medirla, recordarla.

No hacía viento,
o al menos ninguna de las dos notó el escalofrío del contacto de la piel mojada con el viento fresco

Sonó un claxón
y la chica corrió al refugio del auto amigo que la esperaba. Hubiera querido llevar a la criatura con ella para que le contara como se ve el mundo con esos ojos, dentro de esa piel. Pero no podría cargarla en el regazo pues era salvaje, con su pelaje gris y sus orejas puntiagudas.

Las orejas se quedaron inmóviles
y alertas, mientras el carro se alejaba de aquel estacionamiento junto al bosque.

1 comentario:

Avis Phoenix dijo...

WOW ya escribes mucho xD, esta muy chido, todooooos tus mensajes :D, te quiero muchisisisisisisisimo, ojala te vaya chido