jueves, 10 de febrero de 2011

La parvada

La tarde estaba cayendo y una atmósfera anaranjada cubría el ambiente. Ya estaban dejando atrás el bosque de pinos, el collado aún se veía a lo lejos, pero al menos por un tiempo estarían a salvo. Sólo si lograban librar este obstáculo que no habían contemplado.

Fue cuando vieron una parvada acercarse desde el poniente, pronto dejaron de ser sólo sombras y comenzaron a sobrevolar encima de ellos, en círculos cada vez más bajos, cada vez más lentos.

El contacto los estaba esperando, les habían dicho que después de 3 días caminando hacia oriente, por la orilla del bosque encontrarían a alguien, pero no les dijeron que estaría ahí, arriba del muro sin herramientas para ayudarlos.

Las aves se acercaban y ella temía que fueran espías del otro reino, su inquietud se desvaneció cuando descubrió la peculiaridad de aquellas aves rosadas, en realidad eran madejas de estambre rosado enrollado de manera que la dirección de las hebras daban textura y volumen a las plumas y a la colita que ayuda a estabilizar a estos animales maravillosos tan grandes y redondos como almohadones de sillón.

Una de las aves, una de las pocas que aún seguían rondando cada vez más bajo sufría la amenaza de desmadejarse, el estambre era tan grueso como cuerdas de escalada. La chica sin pensarlo dos veces la atrapó y lanzó el extremo de la colita desfigurada a su compañera arriba del muro. Sin decir palabra, la compañera arriba aseguró la cuerda, en silencio subió él, que ya estaba acostumbrado a improvisar en este ambiente hostil, para ella era la primera vez que escalaba sin protección, pero no titubeó, aún faltaba mucho por recorrer.

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