domingo, 5 de septiembre de 2010

De donde nace la lluvia


La mañana era fría y una niebla cerrada no permitía ver la cumbre de la montaña.

Aquí abajo apenas se sentía el viento; una atmósfera húmeda con olor a tierra mojada y a lo lejos el rumor del agua.

Los abuelos cuentan que de esta montaña nació la lluvia; todas las nubes que riegan nuestros campos comienzan su camino aquí, donde el tiempo parece quedar atrapado entre las moléculas de niebla.

Hombres y mujeres vienen al corazón de la montaña para pedir buena fortuna, serenidad; los enamorados llegan para vivir juntos ese momento.

Así fue como comenzamos a subir, la procesión va siguiendo el camino del agua. Si uno pone atención, detrás del correr del río se escucha la respiración relajada y constante de la comitiva que se abre camino entre la vegetación. Si uno se queda quieto por un momento, el rocio lo cubre y ya uno parece una planta aperlada.

El camino es complicado, se habrá de cruzar sobre ancestrales derrumbes de troncos, cruzar una y otra vez la corriente que fluye monte abajo y trepar a lo largo de las escarpadas paredes que forman las primeras cascadas, tiernas y modestas.

Después de un largo rato uno llega a la última cascada. El agua rompe en cada una de las rocas que sobresalen de la pared que se pierde en las nubes. Cada roca separa la corriente de agua en destellos cristalinos, de diamante. Los destellos se rompen en miles de partículas de vapor y brisa y rocío.

Una fina lluvia refresca nuestros rostros maravillados.

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