Me hace falta tu saludo por la mañana, el remojo a tu lado, el desayuno seguido de olor a café.
Me cuesta trabajo sacudirme esta ansiedad de verte y conversar. Pero al final lo logro.
Aquí, en mi mesa japonesa (con los libros abiertos y la mente perdida en árboles binarios, intervalos anidados, puntos de acumulación) levanto la mirada.
Ahí hay rastro de ti. Sé donde entras en este mundo, y aunque ahora no estás, ese sitio te pertenece.
Entonces bailo y celebro. Se alegra el corazón al sentir que no estoy sola.
Y sonrío. En estos casos te daría ternura verme.
Me alegra que nos baste tan poco para sentirnos satisfechos.
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