jueves, 27 de octubre de 2011

miércoles, 26 de octubre de 2011

Mandelbrot

Es Mandelbrot!




...pensé cuando encontré esta foto del atardecer en Montreal.
-Sí, estoy segura.-
pero cuando veo de nuevo el famoso conjunto de Mandelbrot, me doy cuenta que la memoria me ha jugado una broma...

... o tal vez no tanto.

miércoles, 19 de octubre de 2011

Charquito de colores

Era una noche cálida y soñó.

Con lluvia en charquitos de colores, ríos con destellos de diamantina y pececitos de cristal. Un manantial que te renueva cuando nadas directamente hacía él, del que nace toda el agua del mundo. Grandes bosques con olor a musgo y ocote, montañas cubiertas de florecillas lilas y suricatas vigilantes.

Soñó con su hogar, que huele a menta y canela.

Despertó mirando la luna. La luna siempre comprensiva la arrulla en su regazo.



viernes, 16 de septiembre de 2011

Una noche fría

Los habitantes de los suburbios fueron despertando a medida que las sirenas anunciaban a los bomberos pasando a toda velocidad por las calles, pero enseguida, dieron una vuelta entre las cobijas y volvieron a dormir.

No se sabe aún cómo comenzó el incendio, acaso una cortina delgada muy cerca de las resistencias de la calefacción encendida con descuido en una noche particularmente fría, o acaso una vela que se cayó en la habitación de una chica con tendencias románticas.

Aún después de un tiempo los vecinos que ya dormían no se dieron cuenta que los carros de bomberos no siguieron su camino sino que se quedaron sobre esa cuadra, unas cuantas casas adelante. En el último piso del edificio contiguo, unos jóvenes continúan con su fiesta de viernes, platicando sobre lo que ha pasado últimamente, aquéllos que fuman en el balcón ya dejaron de mirar a los bomberos que trabajan silenciosamente.

Un señora en la acera de enfrente mira a través de una ventana, desde la oscuridad, cómo los habitantes de la casa esperan en mangas de camisa y se arrebuja más en su bata de franela, mira la escalera de un carro que solo se alza con un gran reflector en la punta para iluminar la casa afectada, de la que sale un ligero humo blanco con olor a pino y a quemado.

El olor llega a la chica que se prepara para dormir, se acuerda de las noches que ha pasado en el campo, con amigos y familia, con ocote y grandes fogatas. Se oye otra sirena, apagada por la música de la fiesta y el buen aislamiento de las casas en el norte.

viernes, 9 de septiembre de 2011

Sr. y Sra. Smith

Los dos se preparan para salir corriendo en el momento más adecuado, no saben cómo sucederán las cosas, pero han quedado de encontrarse más allá, después de que todo pasé.

Jadeantes, y preocupados los dos se refugian detrás de unos muebles a los lados de la habitación... la respiración entrecortada... ya no pueden más.

De pronto los dos se miran y sonríen, están locos y desafían a la muerte, pase lo que pase lo lograrán.

martes, 30 de agosto de 2011

Todo gato es un teléfono...

...pero todo hombre es un pobre hombre.



Que el teléfono funciona, todo gato lo prueba con una honradez mal retribuida por parte de los abonados bípedos; nadie negará que su teléfono negro, blanco, barcino o angora llega a cada momento con un aire decidido, se detiene a los pies del abonado y produce un mensaje que nuestra literatura primaria y patética translitera estúpidamente en forma de miau y otros fonemas parecidos.


Fragmento de 'Cómo se pasa al otro lado'

A Miru

Cómo se pasa al lado

Los descubrimientos importantes se hacen en las circunstancias y los lugares más insólitos. La manzana de Newton, mire si no es cosa de pasmarse. A mí me ocurrió que en mitad de una reunión de negocios pensé sin saber por qué en los gatos —que no tenían nada que ver con el orden del día— y descubrí bruscamente que los gatos son teléfonos. Así nomás, como siempre las cosas geniales.

Desde luego un descubrimiento parecido suscita una cierta sorpresa, puesto que nadie está habituado a que los teléfonos vayan y vengan y sobre todo que beban leche y adoren el pescado. Lleva su tiempo comprender que se trata de teléfonos especiales, como los walkie-talkies que no tienen cables, y además que también nosotros somos especiales en el sentido de que hasta ahora no habíamos comprendido que los gatos eran teléfonos y por lo tanto no se nos había ocurrido utilizarlos.

Dado que esta negligencia remonta a la más alta antigüedad, poco puede esperarse de las comunicaciones que logremos establecer a partir de mi descubrimiento, pues resulta evidente la falta de un código que nos permita comprender los mensajes, su procedencia y la índole de quienes nos los envían. No se trata, como ya se habrá advertido, de descolgar un tubo inexistente para discar un número que nada tiene que ver con nuestras cifras, y mucho menos comprender lo que desde el otro lado puedan estar diciéndonos con algún motivo igualmente confuso. Que el teléfono funciona, todo gato lo prueba con una honradez mal retribuida por parte de los abonados bípedos; nadie negará que su teléfono negro, blanco, barcino o angora llega a cada momento con un aire decidido, se detiene a los pies del abonado y produce un mensaje que nuestra literatura primaria y patética translitera estúpidamente en forma de miau y otros fonemas parecidos. Verbos sedosos, afelpados adjetivos, oraciones simples y compuestas pero siempre jabonosas y glicerinadas forman un discurso que en algunos casos se relaciona con el hambre, en cuya oportunidad el teléfono no es nada más que un gato, pero otras veces se expresa con absoluta prescindencia de su persona, lo que prueba que un gato es un teléfono.

Torpes y pretenciosos, hemos dejado pasar milenios sin responder a las llamadas, sin preguntarnos de dónde venían, quiénes estaban del otro lado de esa línea que una cola trémula se hartó de mostrarnos en cualquier casa del mundo. ¿De qué me sirve y nos sirve mi descubrimiento? Todo gato es un teléfono pero todo hombre es un pobre hombre. Vaya a saber lo que siguen diciéndonos, los caminos que nos muestran; por mi parte sólo he sido capaz de discar en mi teléfono ordinario el número de la universidad para la cual trabajo, y anunciar casi avergonzadamente mi descubrimiento. Parece inútil mencionar el silencio de tapioca congelada con que lo han recibido los sabios que contestan a ese tipo de llamadas.

Un Tal Lucas – Julio Cortázar