domingo, 16 de marzo de 2008

Place des Voges

Futuro era el de antes, el del tiempo de mis quince años. Todas las noches me gasto las suelas de los zapatos caminando hasta la plaza Matriz, y me siento a esperar el futuro. Vení, comprá maníes con chocolate y sentate. Las mujeres que fuman ya me conocen. Yo no, todavía no me conozco. Y tampoco miro a nadie, ni a nada. Como maníes con chocolate. ¿Espera a alguien? Sí, al futuro. Respiro hondo, sentado del lado de la Catedral, de espaldas a la calle Sarandí. Todas las noches, soy asiduo y puntual. Sé que cuando el futuro aparezca, vendrá volando por atrás del Cabildo. Una ráfaga, y yo lo atraparé en mis pulmones y me llevará leve como en un globo, lejos de la plaza. La noche está fresca, llovió de tarde. ¿Y hoy, llegó? No, debe estar atrasado, viene de muy antes. Los maníes con chocolate me pesan como una piedra. Y me miro los zapatos, desamparados.

Alfredo Fressia,
uruguayo

viernes, 7 de marzo de 2008

Una tarde de verano

Caía la lluvia.
Había comenzado tan de repente que ni tiempo tuvieron de refugiarse, o acaso fuera que ambas quedaron cautivadas por el misterio de la otra.

No era una perra común.
Y sin embargo su tamaño era normal, la mirada no era particularmente fuerte o alegre. Era su pelaje tan como de errante, café con pintas grises, tan seria o sabia. Ya había visto esas orejillas antes, alertas, pequeñas y puntiagudas, en alguna escultura de una fuente, en alguna imagen.

El agua caía a cántaros,
no hubo forma de no empaparse.

El animal también se sentía consternado,
la chica se había detenido al momento de verla. La poca genta que pasa no se detiene por su causa, es más bien un ser invisible, común. Pero la joven había dejado su carrera para observarla, medirla, recordarla.

No hacía viento,
o al menos ninguna de las dos notó el escalofrío del contacto de la piel mojada con el viento fresco

Sonó un claxón
y la chica corrió al refugio del auto amigo que la esperaba. Hubiera querido llevar a la criatura con ella para que le contara como se ve el mundo con esos ojos, dentro de esa piel. Pero no podría cargarla en el regazo pues era salvaje, con su pelaje gris y sus orejas puntiagudas.

Las orejas se quedaron inmóviles
y alertas, mientras el carro se alejaba de aquel estacionamiento junto al bosque.

Casualidad

Me dí cuenta que hoy(en pocas horas) es el día de la mujer, y no puedo evitar dar mi opinión:

Ser mujer para mí, fue un accidente, algo que sólo sucedió y que seguramente determinó mi carácter, pero no considero que esta condición sea fundamental. Antes que mujer soy ser humano; soy hijo, estudiante, amigo y amante.

A veces me pregunto si esto también es un error, la cara opuesta al machismo y feminismo. Y sin embargo carezco de género en la percepción propia. Soy mujer, pero eso es sólo una casualidad.

martes, 4 de marzo de 2008

La infracción

La chica tenía una infracción,
había dejado estacionada su bici en aquella cerrada que nadie transita.

Así había sido siempre, pues a la vuelta de la esquina se encontraba su segundo hogar. Pero sucedió esta vez que las autoridades dedidieron poner un alto a la pequeña transgresora y pusieron largas cadenas alrededor de las llantas.
Caía la tarde y la chica debía regresar a su casa; al verse sin forma de pagar la multa, resignada pensó que habría de caminar mucho esa noche.

Este chico siempre está dispuesto a hacer aquello que los demás no se atreven, a superar sus límites, poner a prueba su capacidad y fuerza; mejor aún si está prohibido.
Sólo hacían falta unas pinzas adecuadas para recuperar el dominio de la preciada bici.

El chico siempre había soñado con romper alguna vez una cadena pesada.

La chica pudo huir antes de que las autoridades tomaran represalias.


lunes, 18 de febrero de 2008

Sobre la incertidumbre o el placer de lo desconocido

En mi cuarto hay un móvil.
Los pájaros de papel se pasean lentamente en círculos hasta que el impulso los obliga a cambiar de dirección, entonces plácidamente comienzan su nuevo recorrido, con el mismo ánimo de incansable eternidad.

Muchas noches han absorbido mi atención. Durante largos minutos, en vano espero que de pronto se cansen y se dispongan a dormir conmigo.
Y por las mañanas cuando apenas despierto, se puede ver que ellos llevan tiempo ya en su guardia constante.

Quisera tener ojos de gato y poder espiarlos por las noches cuando ellos piensan que estoy dormida, poder comprobar si es acaso que la última corriente que surge de meterme entre las sábanas les es sufciente para sus paseos nocturnos. Pero es claro que me será imposible lograrlo, el sólo intento de prender la luz rompería la paz en el ambiente. Como la imposibilidad de saber si el gato de Schrödinger vive o muere.

Y sin embargo espero que este obstáculo nunca sea bien librado, prefiero soñar un poco y pensar que mis amigas aves son ángeles nocturnos que velan mis sueños, incluso podría imaginar que los hilos que las sostienen se desintegran en una suave lluvia de diamantina y ellas viajan libres hasta el amanecer.

miércoles, 13 de febrero de 2008

Wären wir Vögel

Wären wir Vögel, wäre der Himmel nicht so entfernt und könnten wir gerade zu Sonne fliegen. Könnten wir in der Höhe gleiten und mit scharfer Augen die Welt anschauen. Immer wären wir zum schönen Länder reisen, jeder Herbst, jeder Frühling. Könnten wir ins Meer eintauschen um Fisch zu jagen, oder um kleine Kinder fliegen, so dass sie uns füttern konnten. Manchmal würden wir alten Frauen in ihrer hübschen Gärten besuchen und für sie ein Lied singen.

Hätten wir Flügel, hätten wir die Kraft um die Flucht zu ergreifen.

Was wäre, Wenn die Dichter Zaubern könnten?

Wenn jetzt Frühling wäre oder wenn die Sonne schiene oder eine alleinstehende hübsche Dame mich abholte oder sogar ein richtiger Regen von Himmel fiele und mir den Kopf wüschte: was täte ich, wohin ginge ich? In wessen Haus ässe ich mein Frühstückt, in wessen Bett schliefe ich, wer wäre ich?
Schliesslich bin ich seit Jahren Akademiker, Babysitter (ja, einmal wollte ich auch Bäcker werden, mit weissen Haaren, Händen, Hosen und Jacken, so als wären sie voller Gips), Campingfreund, Dichter, Ehemann, Fussgänger, Gastarbeiter, hungrig, ich, Lehrer, mal munter mal müde, Nichtraucher, Pessimist, Quatschkopf, Rotweintrinker, Schifahrer, Theaterautor, vorsichtig, Walzertänzer (1. Preis in der Tanzschule Bickel) und Zahnarztpatient mit Nerven. Das ist alles wahr. Das bin ich. Irgendwann ist alles so geworden, irgendwie.
Ich bin 37 Jahre alt, Schweizwer, wohne in Frankfurt am Main, meine Frau heisst May und wenn wir ein Kind hätten, hiesse es Fanny.
Das heisst nicht, dass ich nicht manchmal gern jemand und etwas anderes wäre. Oh, ich wäre dann, statt ein alternder Autor von Romanen und Theaterstücken, ein Alpenbewohner, ein Bauer in den Bergen, ich machte Charterreisen nach China, würde vielleicht ein Däne in Dänemark, hätte die erstaunlichsten Erlebnisse, führe mit dem Fahrrad durch Frankreich, bliebe gesund, interessierte mich weniger für mich, würde Jazzmusiker, küsste komische Kindergärtnerinnen, liefe durch leere Landschaften, wäre neurgierig, optimistisch und prachtisch, wäre trotzdem traurig und zöge mir, als mein eigener Zahnarzt, alle Zähne seblst.
Oder ich veränderte, statt mich, meine Umgebung.
Ich forderte, dass überall auf der Welt die Umweltverschmutzung sofort aufhören und das alles ganz anders wären müsse, freundlicher, froher und freier.

Urs Widmer
(1938-) Schweizer